viernes, 28 de octubre de 2011

Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras territorio violento

Este istmo, el más violento del mundo

Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras tienen un territorio conjunto de menos de 250 mil kilómetros cuadrados, pero en ellos se concentra de hecho la mayor violencia armada del mundo: en total, 150 muertos. Un informe sobre violencia y desarrollo hecho público ayer agrega a Colombia y Venezuela como en el grupo de los latinoamericanos más violentos, a los cuales se unen otros ocho países. En el caso latinoamericano especifica la participación del narcotráfico como una de las fuentes mayores de violencia,
y aunque no se refieren a este desesperante fenómeno social tomando en cuenta el tamaño de los países, a mi juicio la real magnitud del problema queda más clara de esa manera.

El reporte señala otra grave situación guatemalteca: la de las constantes y crecientes muertes violentas de mujeres, el cual se encuentra en este momento en la mente de los guatemaltecos, a consecuencia del emblemático caso de Cristina Siekavizza. Otros datos son igualmente preocupantes: en esos 14 países señalados tiene lugar una cuarta parte de todas las muertes violentas del mundo. Ocho de esos países superaron a Irak entre el 2003 y el 2008 en cuanto al número de muertes violentas intencionales. En pocas palabras, la violencia tiene una relación directa con la posición geográfica de los países y su cercanía al mercado estadounidense de drogas, el más grande del mundo. En suma, se encuentran los números de una realidad evidente.

El reporte comentado hoy comprueba por qué es recurrente la respuesta de las personas encuestadas: la violencia es el problema más serio de todos los sufridos por la población, y nadie puede negar la relación de esta con el número de asesinatos de toda índole. La desesperación de los guatemaltecos a causa del constante riesgo de morir violentamente como consecuencia de la acción criminal debe ser vista como uno de los factores para atraer el voto. El gobierno actual es un caso claro: prometió combatir a la violencia con inteligencia. Es claro entonces por qué fracasó en su intento: no se pueden encontrar por ningún lado pruebas de la inteligencia en su sentido de comprender, entender y resolver los problemas. Por eso aumentó en los cuatro años.


Es útil comparar los resultados de reportes como éste con las gráficas y estadísticas acerca de la educación, la inclusión social, la situación económica, el incremento desmedido de la población. Con un crecimiento poblacional provocado por el 3.8 de promedio de hijos en mujeres de edad reproductiva, no es posible preparar planes exitosos prácticamente en ningún sentido. La violencia se presenta sobre todo en lugares y países donde los datos de los temas mencionados al principio demuestran atraso. Lo peor de la violencia consiste en convertirse en parte de la normalidad: es rechazada pero al mismo tiempo aceptada por muchos sectores de la población como un factor imposible de evitar. Entonces se vuelve una espiral sin fin.

Si bien la violencia tiene múltiples razones y para arrancarla de raíz son necesarias decisiones de resultados a largo plazo, no es justificable abandonar medidas dirigidas a iniciar los cambios de inmediato. En el caso de Guatemala, la peor de las ironías se refiere al aumento de violencia y de muertos cuando el país ya no es escenario del conflicto armado interno. Es una “democratización” y generalización provocada además por la precaria efectividad del sistema legal. No se puede dejar de relacionar el tema de este informe de Ginebra con la realidad política de esta semana en Guatemala. La elección presidencial será dentro de apenas nueve días, y una de las razones para el voto popular será su temor por ser víctima de la violencia.




Fuente: Prensa Libre

 

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